PERLAS EN EL BASURAL

11 diciembre, 2023

“Las uvas fueron exprimidas fuera de la ciudad, y del recipiente salió sangre que llegó a la altura de los frenos de los caballos en una extensión de trescientos kilómetros” (Apoc. 14:20, DHH).

¿Conocieron los escritores bíblicos ciertos contenidos no inspirados que circulaban en sus días en el mundo del Mediterráneo? ¿Se valieron de ellos en alguna medida para comunicar los mensajes de Dios a sus contemporáneos? En el prólogo de su Evangelio, Lucas reconoce haber dependido de algunos testigos del ministerio de Jesús como fuentes orales de la información que consigna en su obra. Pablo, el autor más prolífico del Nuevo Testamento, cita a algunos autores no inspirados, incluso paganos, como parte de su estrategia para alcanzar de manera más eficaz a su público (Hech. 17:28).

El Evangelio de Juan da cuenta, por su parte, de tradiciones mesiánicas del judaísmo intertestamentario aludidas y aprovechadas por Cristo como trasfondo; por ejemplo, el milagro de la transformación del agua en la boda de Caná (Juan 2). Según una de esas tradiciones, la llegada del Mesías se haría evidente cuando una vid produjera cien ramas con cien racimos, y cuando de cada uva se obtuvieran 220 litros de jugo y volviera a caer maná (2 Baruc 29:4, 5, 8). Cristo aprovechó la ocasión, y esa popular tradición mesiánica, para demostrar que superaba con creces incluso una expectativa tal al convertir el agua en jugo de uva, y en su condición de maná viviente dador de vida eterna a quienes lo aceptaran como su Salvador (Juan 6:30-58).

Elena de White afirma que ocurrieron el aserramiento de Isaías a manos del impío rey Manasés, la decapitación de Pablo y la crucifixión de Pedro cabeza abajo durante el reinado de Nerón, así como el fallido intento del emperador Domiciano de quemar vivo a Juan; pero nada de ello consta en la Escrituras, sino en escritos del judaísmo intertestamentario y del cristianismo del siglo II d.C., respectivamente.

En Apocalipsis, es evidente que Juan no solo estaba profundamente familiarizado con el Antiguo Testamento, su principal fuente, sino también con la literatura apocalíptica precristiana (cabe destacar que la vid es frecuentemente usada como símbolo del pueblo de Dios, como en Isaías 5:1 al 7). De hecho, algunas de sus imágenes literarias solamente se encuentran en obras como 1 Enoc.

Tal es el caso, por ejemplo, de Apocalipsis 14:20. El retrato de Jehová como el Guerrero divino que aplasta en la batalla a los enemigos de su pueblo como quien pisa las uvas en el lagar y queda con su ropa empapada en la sangre de los vencidos, así como el lagarero manchaba las suyas con el jugo, tiene claramente sus raíces en el Antiguo Testamento (Isa. 63:1-6; Joel 3:13; Lam. 1:15). Sin embargo, el detalle de que la matanza será tal que la sangre llegará hasta los frenos de los caballos no se encuentra en el Antiguo Testamento, pero sí en el libro apócrifo de 1 Enoc: una hipérbole o exageración literaria semejante también aparece en un pasaje de otro escrito no inspirado de fecha posterior: “La sangre derramada por la espada llegará hasta el vientre de un caballo, el muslo de un hombre o la rodilla de un camello” (2 Esd. 15:35, 36). Debe, no obstante, reconocerse que –en numerosos casos– los puntos en común pueden explicarse también como una elaboración paralela e independiente por parte de Juan y de la apocalíptica judía posexílica, a partir del Antiguo Testamento como fuente común a ambos materiales.

Dos mendigos recorrían periódicamente un basural en busca de objetos aprovechables descartados por la población de una gran ciudad. Uno de ellos, al toparse cierto día con una perla, la dejó donde estaba. El otro mendigo pasó por el mismo lugar más tarde y, al descubrir la perla, la guardó en su bolsillo y salió de allí eufórico para venderla al mejor postor. Días después, regresó al lugar donde la había encontrado, puso cada desecho circundante en vitrinas y colgó un letrero que decía “joyería”.

¿Puede haber perlas en un basural? ¿Convierte una perla a un basural en una joyería? Como en casi todos los dilemas, y en palabras de un conocido adagio, “la verdad suele estar a mitad de camino entre los extremos”.

Autor

  • Hugo Cotro

    Pastor, doctor en Teología y docente universitario de destacada trayectoria. Actualmente ejerce su ministerio como profesor en la Universidad Adventista del Plata, Entre Ríos, Rep. Argentina.

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