SUICIDIO: ¿MUERTE ETERNA?

SUICIDIO: ¿MUERTE ETERNA?

Declaración del Comité de Ética del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General.

La cuestión del suicidio1 ha adquirido una nueva urgencia en nuestra sociedad porque se ha convertido en un problema de salud pública.2 El hecho de que en algunos países el suicidio asistido por un médico esté legalizado (o incluso condonado socialmente) plantea cuestiones importantes para el creyente cristiano y qué hacer en relación con él. Para muchos, hoy el poder humano de elección, otorgado por Dios, se extiende también al poder de elección de poner fin a nuestras propias vidas. La libertad individual y el derecho a definir el propio destino se dan bien en una cultura secular donde la autonomía humana y la autodeterminación se valoran mucho. En una sociedad en la que los valores y las convicciones judeocristianas pierden importancia y el derecho humano a elegir adquiere más fuerza,3 los cristianos están llamados a abordar la cuestión del suicidio desde una perspectiva bíblica.4

Tanto más cuanto que la cuestión de poner fin a la propia vida implica las decisiones más íntimas y personales que una persona puede tomar. Estas decisiones son fundamentales, no solo para la dignidad personal y la autonomía, sino también (en última instancia) afectan a nuestra propia existencia y –por lo tanto– abordan la cuestión de la vida misma. Para los cristianos creyentes en la Biblia, esto también afecta a nuestra responsabilidad hacia Dios, nuestro Creador.5 Por esto, esta declaración pretende explorar lo que la Biblia tiene que decir sobre esta cuestión.6

Desde una perspectiva bíblica, la complejidad del suicidio es un reto porque en los textos hebreos del Antiguo Testamento y griegos del Nuevo Testamento no parece haber un vocabulario que exprese un concepto equivalente para el término inglés suicide. Más allá de la ausencia de una terminología bíblica concreta,7 tenemos que reconocer que en el suicidio nos encontramos con una profunda paradoja humana. Según Lewis B. Smedes, “es, por un lado, un signo del poder humano, el poder último de determinar el propio destino final. Por otro lado, es el signo último de la debilidad y el fracaso humanos”.8 En el autoexterminio de la vida, la mayor libertad y dignidad de que está dotado el ser humano –a saber, su capacidad de elegir libremente– llega a un final permanente e irreversible. La dignidad que se deriva de nuestra capacidad de elegir libremente queda anulada. “Destruirse a sí mismo es destruir la propia dignidad”9 y la capacidad de elegir. A diferencia de los animales, los seres humanos son capaces de afirmar o destruir libremente su vida. Dietrich Bonhoeffer señaló acertadamente: “Los seres humanos pueden hacer lo que ningún animal puede: pueden provocarse voluntariamente la muerte”.10

El tema del suicidio también es complejo y complicado porque rara vez está causado por una única circunstancia o acontecimiento. Por el contrario, hay una serie de factores –individuales, relacionales, comunitarios y sociales– que pueden aumentar el riesgo.11 Si bien existe un vínculo bien establecido entre el suicidio y los trastornos mentales (especialmente la depresión, pero también los trastornos por consumo de alcohol), sobre todo en los países de ingresos altos, muchos suicidios también se producen cuando las personas experimentan conflictos importantes, desastres, violencia, abusos o pérdidas significativas con un fuerte sentimiento de aislamiento.

También existe lo que se ha denominado “suicidio coaccionado”,12 en el que el lenguaje –especialmente en entornos sectarios– puede incitar a alguien a elegir morir.13 Las tasas de suicidio son elevadas14 entre los grupos vulnerables que sufren discriminación, como los refugiados y los inmigrantes;15 los pueblos indígenas; las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales; y los presos. Más allá de estos factores de riesgo, el suicidio implica también otras cuestiones complejas, como diversas cuestiones éticas, médicas y jurídicas, como la “discontinuidad o denegación de tratamientos médicos, el tratamiento involuntario, el tratamiento de alto riesgo, experimental y no convencional, la eutanasia, la asistencia y la ayuda médica en el suicidio, la solicitud de tratamiento máximo y muchas otras”.16 El suicidio también representa una experiencia traumática y produce un considerable sentimiento de culpa para los familiares y los amigos de quien que se suicida.17

En este artículo no trataremos la cuestión de la eutanasia, ni nos centraremos en las posibles y potenciales razones por las que las personas ponen fin a su vida. Puesto que para los adventistas del séptimo día la Biblia es la norma última y la máxima autoridad en cuestiones de fe y práctica, exploraremos más bien algunas enseñanzas bíblicas relevantes que pueden ayudarnos a tratar esta cuestión desde una perspectiva bíblica. Estas perspectivas bíblicas guiarán nuestra respuesta teológica a la cuestión del suicidio.

La evidencia bíblica: El carácter sagrado de la vida humana

Antes de examinar algunos pasajes bíblicos específicos que tratan del suicidio, debemos recordar que, desde una perspectiva bíblico-teológica, la cuestión del suicidio no puede comprenderse adecuadamente sin entender la creencia cristiana en la santidad de la vida humana, que se deriva de la doctrina bíblica de Dios como Creador (Gén. 9:6).18  Además, el apóstol Pablo nos recuerda que “¡no sois vuestros!” (1 Cor. 6:19, LBLA), porque en última instancia pertenecemos a Dios. Él es nuestro Creador, y la Biblia enseña que la humanidad fue hecha a imagen de Dios con la capacidad de razonar y la capacidad de elegir.

Como portadores de la imagen de Dios, la actitud cristiana hacia la vida humana es de reverencia y santidad. La doctrina bíblica de la Creación considera la vida como una propiedad del Creador divino, donde todos los seres humanos derivan de Dios el derecho a la vida. Nuestro origen en Dios implica el deber de cuidar, proteger y preservar la vida humana19 y conlleva una responsabilidad ante Dios. Esta responsabilidad ante Dios se basa no solo en el sexto mandamiento, que prohíbe específicamente matar,20 sino también en todo el Decálogo, que expresa el respeto por la vida humana. Dado que Dios sigue siendo el propietario último de nuestras vidas, la Iglesia cristiana ha sostenido a lo largo de su historia que es pecado poner fin a una vida humana de manera directa y deliberada.21  Puesto que Dios es el Señor y el Dador de toda vida, los seres humanos tienen la responsabilidad y el deber de respetar la vida y de no quitarla. Dios tiene la prerrogativa exclusiva de determinar cuándo comienza y cuándo termina la vida.

El carácter sagrado de la persona humana, como hecha a imagen de Dios (Gén. 1:26-28), nos ayuda a responder fructífera y fielmente a las cuestiones de la vida y la muerte.22 Es a la luz de esta comprensión bíblica de la santidad de la vida humana que los creyentes están llamados a considerar el tema del suicidio y otras cuestiones éticas.

Pasajes bíblicos que tratan acerca del suicidio

Antes de repasar los pocos pasajes explícitos en los que se menciona la muerte por suicidio en la Biblia,23 examinaremos algunos pasajes en los que en las Escrituras las personas expresan el deseo de morir. Aunque estas personas no pusieron fin a su vida, se podría decir que estaban plagadas de pensamientos desesperados porque se habían agotado profundamente (hasta el punto de que la vida se había vuelto tan pesada que incluso expresaron el deseo de no vivir más). Esto es significativo para nuestro debate porque ilustra el hecho de que incluso los creyentes fieles no están totalmente exentos de estos pensamientos.

Recordemos al profeta Elías cuando, después de defender valientemente a Dios, se vio amenazado por la persecución y quedó tan agotado al huir de Jezabel que “pidió para sí la muerte” y dijo: “Basta ya, Señor, quítame la vida” (1 Rey. 19:4). De manera similar, después de su gran decepción porque las cosas no habían salido como él esperaba, el profeta Jonás exclamó: “¡Oh Señor, por favor, quítame la vida, porque es mejor para mí morir que vivir!” (Jon. 4:3). Aunque Elías y Jonás no pusieron fin a su vida y Dios siguió trabajando con ellos, ambos pensaron en algún momento de su vida que sería mejor morir que vivir. Sin embargo, lo dejaron en manos de Dios, en lugar de decidir por sí mismos si debían morir o no.

Job es otro ejemplo. Después de enfrentarse a un aluvión de calamidades y a la muerte de sus hijos, y expuesto él mismo a graves enfermedades, Job maldijo el día de su nacimiento (Job 3:1, 11) y se preguntó por qué no llega la muerte (3:21). En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo, en un momento dado, llegó a estar tan agobiado por encima de sus fuerzas que no sabía cómo seguir adelante con su trabajo y “desesperó hasta de la vida” (2 Cor 1:8, RVA).

En el libro del Apocalipsis, durante las graves circunstancias descritas en la quinta trompeta, la gente “desea morir” (Apoc. 9:6), pero la muerte huirá de ellos. Estos ejemplos indican que los escritores bíblicos conocían casos en los que la gente tenía deseos de morir, aunque no pusieran fin a su vida.

Podemos aprender de estos ejemplos bíblicos que Dios trata a sus hijos con bondad, trata sus pensamientos suicidas con compasión y desea mantener la vida humana.

La muerte es una de las realidades ineludibles de la existencia humana en la Biblia. Es interesante que, en el Antiguo Testamento (porción bíblica que está llena de guerras, derramamiento de sangre, asesinatos y otros actos de violencia), la muerte por mano propia es rara y “solo hay un puñado de casos de suicidio, todos ellos en textos narrativos”.24 Esto ha llevado a algunos defensores del suicidio a concluir que la Biblia no denuncia explícitamente el acto del suicidio.25 Aunque la Biblia no trata exhaustiva y explícitamente el tema del suicidio, hay varios pasajes que pueden arrojar algo de luz sobre esta cuestión.26

Así, en la Escritura podemos encontrar las historias de Saúl (1 Sam. 31:3-5), el escudero de Saúl (1 Sam. 31:3-5), Ahitofel (2 Sam. 17:23), Zimri (1 Rey. 16:18, 19) y Judas (Mat. 27:3-5). También analizaremos brevemente la historia de Sansón (Juec. 16:28-30), aunque algunos autores discuten que se trate de un caso de suicidio.

Algunas valoraciones y conclusiones éticas

Ninguno de los pasajes bíblicos citados que hablan del suicidio condenan esta práctica (desde luego, tampoco la elogian). Simplemente, la relatan. No hay ni un solo comentario, en los cinco relatos bíblicos sobre el suicidio, que hable positivamente de quitarse la vida o que alabe a la persona que lo hace. Al respecto, Eugene H. Merrill ha señalado que ninguno de los episodios del Antiguo Testamento “se ve como una opción viable para imitar en tiempos difíciles”.45 Cada uno de estos suicidios bíblicos es la culminación de una vida que se había alejado de Dios.

Los individuos que ejecutan su propia muerte en la Biblia son hombres que rechazaron al Dios vivo, lo que es cierto especialmente en los casos de Saúl, Ahitofel, Zimri y Judas. Si consideramos los incidentes de suicidio en la Biblia bajo esta luz, estos casos bíblicos dejan pocas dudas acerca del carácter erróneo de dicho acto.46 Esta conclusión está respaldada por otro pasaje bíblico, que quizá sea el más importante de la Biblia sobre este tema del suicidio y que, por desgracia, suelen pasar por alto tanto los que apoyan el derecho al suicidio como los que se oponen a él: se trata del texto de Hechos 16:28.47 Aquí Pablo impide el suicidio del carcelero filipense.

Todo lo ocurrido esa noche fue un milagro. Después de que Pablo y Silas fueran encarcelados en Filipos por predicar el evangelio, un terremoto sacudió los cimientos de la prisión e hizo que se soltaran las cadenas de todos los presos (Hech. 16:26). Temiendo que los presos pudieran escapar, y para evitar la vergüenza y el castigo, el carcelero sacó su espada y estuvo a punto de suicidarse (vers. 27).48 La mentalidad romana habría considerado que esta era una forma honorable de morir. Sin embargo, Pablo gritó: “¡Que no te hagas a ti mismo esta mala acción [kakon], pues todos estamos aquí!” (Hech. 16:28). “La importancia del texto radica en el hecho de que contiene un ejemplo de un apóstol que categoriza explícitamente el suicidio como un acto moral ‘malo’ y lo prohíbe directamente”.49 Aunque tal acto podría haber sido permisible o incluso encomiable según los criterios romanos,50 Pablo  no siguió el sistema de valores pagano romano, sino que evaluó el acto del suicidio según el juicio moral de la voluntad de Dios.

A la luz del carácter sagrado de la vida humana, que se deriva del hecho de que Dios es nuestro Creador, y a la luz del hecho de que los seres humanos llevan su imagen, el suicidio no honra el diseño de Dios para la preservación de la vida humana. Los seres humanos no solo están llamados a ser fecundos y multiplicarse (Gén. 1:26-28; 8:17; 9:1, 7; Éxo. 1:7) y a gobernar la Tierra como administradores de Dios, sino también están llamados a no odiar su propio cuerpo. Por el contrario, como dice Efesios 5:29, deben “alimentarlo” y “cuidarlo” (del griego thalpō, que literalmente significa “apreciar”) en lugar de destruirlo mediante el suicidio. Este cuidado de uno mismo no es pecaminoso, sino que refleja el amor de Dios, que nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mat. 22:39; Mar. 12:31).

Además, el mandamiento de Dios “No matarás” (Éxo. 20:13) es un precepto que se cumple a lo largo de toda la historia de las Escrituras. Se nos recuerda que, en última instancia, pertenecemos a Dios
(1 Cor. 6:19). Pertenecemos a Dios doblemente: por creación y por redención. Por lo tanto, no tenemos derecho a destruir lo que pertenece a Dios. El sexto mandamiento prohíbe todo asesinato, incluido el de uno mismo.51 Como bien ha dicho Lewis Smedes: “Mi propia vida es tan preciosa como la de cualquier otro. Es un don de Dios para mí, como la vida de mi prójimo es un don de Dios para él. Agredirme a mí mismo es violar lo que Dios me manda respetar”.52 El sexto mandamiento es una divina “ley de vida que nos obliga tanto a dejar vivir como a ayudar a vivir”.53 La vida es don de Dios y, por lo tanto, como dueño de toda vida humana, solo Dios tiene derecho a quitarla. El suicidio no reconoce la vida como tal don de Dios. Ningún israelita que actuara por su cuenta podía decidir que tenía derecho a acabar con la vida de alguien ni a quitarse la suya propia. Bíblicamente hablando, nuestra vida debe considerarse siempre como un don que recibimos de Dios.

Aunque la Biblia no trata el suicidio de forma extensa, nunca lo alaba como algo bueno ni lo recomienda como algo para emular. Más bien, lo considera una categoría de asesinato, ya que se pone en práctica la terminación voluntaria y planificada de la vida humana. Tal acto es pecaminoso al menos por las siguientes razones: (1) es la destrucción irremediable y permanente de la vida, que bíblicamente hablando es un don que Dios ha dado; (2) es una afrenta a Dios mismo, porque todo ser humano lleva la imagen de Dios, su Creador; y (3) ningún ser humano es absolutamente autónomo, sino que somos responsables ante Dios por las decisiones que tomamos. No es de extrañar, entonces, que en el judaísmo el suicidio esté prohibido y que la asistencia al suicidio esté penada legalmente en el Talmud.54

Esto nos lleva a la pregunta de si el derecho a elegir otorgado por Dios es un derecho humano fundamental que permite a una persona poner fin a su vida. En este caso, el suicidio estaría en cierto modo justificado e incluso sería una acción responsable.55 Este es quizás el argumento más sólido esgrimido por quienes apoyan el suicidio como opción viable.56 En muchos casos, la autoterminación de la propia vida se ve como un esfuerzo por conferir un sentido humano último a una vida que, desde la limitada perspectiva humana de cada uno, ha dejado de tener sentido.

Sin embargo, hemos de recordar que –bíblicamente hablando– nuestra capacidad de elegir nunca es una libertad autónoma independiente de Dios (o incluso posiblemente opuesta a él), sino siempre una libertad que nace de nuestra relación con Dios y que, por lo tanto, es responsable ante él. La libertad mal entendida como un acto humano de autonomía respecto de Dios conduce a situaciones en las que las personas que ponen fin a su vida elevan su autonomía por encima de Dios, de tal manera que la criatura ya no es responsable ante el Creador.

De hecho, esta actitud de total autonomía y libertad absoluta está asociada al origen del mal, en el desafío a la autoridad divina (Isa. 14:13, 14). No es la bajeza de la elección o el motivo lo que hace reprobable el autoasesinato, ni su virtuosidad lo que lo haría encomiable. Aunque Dios ha creado a los seres humanos con la capacidad de elegir, nuestra libertad para decidir no es virtuosa en sí misma. Nuestra voluntad humana puede ser utilizada para hacer cosas que Dios detesta. Teológicamente hablando, la voluntad humana no santificada está afectada por el pecado y, por lo tanto, esclavizada y necesitada de la gracia proveniente de Dios. Los seres humanos no fueron creados totalmente autónomos. Fuimos creados a imagen de Dios para existir en una relación fiel con Dios, nuestro Creador y Redentor.

Bien podemos sostener que somos responsables ante Dios de nuestras decisiones. La verdadera cuestión no es si tenemos libertad para elegir, sino si elegimos libremente lo que es correcto a los ojos de Dios. Él ordenó: “No matarás” (Éxo. 20:13). El derecho último a determinar cuándo debe terminar la vida le pertenece a él. Por lo tanto, para los cristianos la cuestión de quién tiene la autoridad final sobre la vida no es una cuestión que puedan determinar los seres humanos, sino que corresponde únicamente a Dios.

El suicidio y el sentido de la vida

Los enigmas éticos que rodean al suicidio son cuestiones a las que se enfrentan muchos que sufren. A nadie le gusta el dolor. A nadie le gusta sufrir. Muchas personas prefieren poner fin a su vida antes que sufrir.57 Pueden tener la impresión de que el mundo estaría mejor sin ellas y que solo son una carga.

Sin embargo, la cuestión última del sufrimiento como precursor del suicidio va más allá del sentimiento subjetivo de cada uno. No es una cuestión de compasión o falta de compasión, sino de darse cuenta de que el dolor, el sufrimiento y el curso de las vidas individuales también tienen dimensiones espirituales que hay que tener en cuenta. El sufrimiento no hace que la vida humana carezca necesariamente de sentido o valor. Sin glorificar el sufrimiento, debemos darnos cuenta de que vivir en un mundo caído y pecador incluye necesariamente dolor y sufrimiento como parte de la experiencia humana.58 En el sufrimiento podemos, en última instancia, aprender algo de Dios mismo. Dios Padre tuvo en esta Tierra a un Hijo sin pecado; sin embargo, durante ese tiempo, Jesús no estuvo exento de sufrimiento.

Las Escrituras nos enseñan que, en ocasiones, el sufrimiento puede tener un papel en nuestra vida (por ejemplo, Rom. 5:3; 8:17, 18; 2 Cor. 1:5-7; Fil. 1:29). Eso no significa que no debamos hacer todo lo posible por aliviar el sufrimiento humano y eliminar el sufrimiento y el dolor siempre que sea posible. Significa, sin embargo, que debemos admitir y reconocer humildemente la finitud de nuestras capacidades y nuestra dependencia de un Dios amoroso y misericordioso.59

¿Es el suicidio un pecado imperdonable?

Cuando la autodestrucción que tiene lugar en el acto del suicidio se ve como el ejercicio de un supuesto ser humano autónomo que usurpa la soberanía sobre sí mismo, no solo es un acto sin sentido, sino también una violación del mandamiento de Dios y un repudio de su deseo de que vivamos.60 Por ello, nunca debe fomentarse el suicidio. Al mismo tiempo, las personas que han perdido a un ser querido por suicidio no deben desesperarse ni albergar vergüenza o sentimientos de culpa. Es fácil creer que, como padre, cónyuge, pareja o amigo, uno podría haber evitado ese acto de suicidio y –por lo tanto– considerarse en cierto sentido culpable por ello.

Pero, debemos recordar que Dios conoce a cada persona mucho mejor que nosotros. Aunque el suicidio es un acto grave y muy doloroso, solo hay un pecado imperdonable en las Escrituras: “El que hable contra el Hijo del hombre será perdonado; pero el que hable contra el Espíritu Santo no será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (Mat. 12:32). El suicidio no es ese pecado.

Debemos abstenernos de sacar conclusiones sobre el destino eterno de otras personas. Solo Dios es omnisciente. Dios sabe, Dios ama, Dios perdona. Y esto es cierto también para una persona que ha puesto fin a su vida mediante el suicidio. Aunque sería muy dudoso que un verdadero creyente pusiera fin a su vida mediante un acto suicida, reconocemos que puede haber situaciones en las que incluso creyentes auténticos cometan acciones precipitadas61 (o en las que las personas caigan bajo la influencia engañosa de las tentaciones de Satanás, o en las que se encuentren en un estado de depresión y confusión mental extremos), y –en tal desconcierto– decidan quitarse la vida. Dios conoce todas esas circunstancias y los factores que podrían llevar a una persona a tomar una decisión tan terrible.

Un cristiano auténtico tal vez podría, en un momento de debilidad, llevar a cabo un acto irracional de desesperación de forma poco característica, y quitarse la vida. Puede ser que tal acto no caracterice su trayectoria de vida en general y su comportamiento hacia Dios. Elena de White reconoció este importante aspecto espiritual: “El carácter se revela por las obras, no por las buenas acciones ocasionales y las malas acciones ocasionales, sino por la tendencia de las palabras y los actos habituales”.62

El conocimiento del carácter sagrado de la vida humana y el deseo de Dios de sostenerla y guardarla prohibiéndonos acabar con ella debe equilibrarse siempre con el hecho de la bondad y la omnisciencia de Dios. Aunque toda muerte suicida es trágica y ningún suicidio debería producirse jamás, debemos recordar que Dios ve cosas que nosotros no vemos. Él conoce el corazón y la totalidad de cada vida humana.

Por eso, hacemos bien en recordar que Dios –que ama al suicida mucho más que nadie en este mundo– es también el mismo que hará el juicio final. Solo él conoce el destino eterno de aquellos que han tomado esta trágica decisión. Este es el único consuelo  que podemos tener cuando nos enfrentamos a la trágica realidad de una muerte por suicidio.


Referencias

1 B. Harris, “Suicide”, en New Dictionary of Christian Ethics and Pastoral Theology, ed. David J. Atkinson y David H. Field (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1995), p. 825, define el suicidio como “quitarse la vida intencionadamente”. De manera semejante, ver D. B. Fletcher, “Suicide”, en Encyclopedia of Biblical and Christian Ethics, ed. R. K. Harrison (Nashville, TN: Thomas Nelson, 1987), p. 398, escribe: “El suicidio consiste en quitarse la vida deliberadamente”. Gary Stewart, Basic Questions on Suicide and Euthanasia: Are They Ever Right?, BioBasics (Grand Rapids, MI: Kregel, 1998), p. 11 dice: “En su nivel más básico, el suicidio consiste en el acto de quitarse la vida voluntaria e intencionadamente”. D. Needham, David G. Benner y Peter C. Hill, 2a ed. (Grand Rapids, MI: Baker Books, 1999), p. 1.182, quienes definen el suicidio como “el hecho de quitarse la vida deliberadamente”, dicen además: “El suicidio viola el sexto mandamiento y es por lo tanto un pecado, ya que usurpa a Dios el control sobre la vida y la muerte”. Ya sea que la decisión de poner fin a la propia vida sea autoimpuesta o se lleve a cabo con ayuda, el hecho de quitarse la vida deliberadamente debe distinguirse de la entrega voluntaria y el sacrificio voluntario de la propia vida –por ejemplo, en cumplimiento del deber durante el servicio militar o en defensa de una persona injustamente atacada o en tiempos de persecución. En estos últimos casos, la persona no desea principal o directamente su propia muerte, pero está dispuesta a aceptarla como consecuencia inevitable de la realización de un acto de caridad, justicia, misericordia o piedad. Ver Thomas Wood, “Suicide”, en The Westminster Dictionary of Christian Ethics, ed. James F. Childress y John Macquarrie (Philadelphia, PA: The Westminster Press, 1986), p. 609; y la discusión expuesta en A. A. Howsepian, “Some Reservations About Suicide”, en Suicide: A Christian Response: Crucial Considerations for Choosing Life, Timothy J. Demy y Gary P. Stewart eds. (Grand Rapids, MI: Kregel Publications, 1998), pp. 297–310.

2 Según la Asociación Internacional de Prevención del Suicidio, más de una de cada cien muertes (1,3 %) en 2019 fueron consecuencia de un suicidio (“Global Suicide Statistics”, International Association of Suicide Prevention, https://www.iasp.info/wspd/references/ [consultado el 17 de enero de 2024]). En todo el mundo, más de setecientas mil personas se suicidan cada año. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que el suicidio se produce con tanta frecuencia que debería ser reconocido como una prioridad de salud pública. Debemos tener en cuenta que por cada suicidio hay muchas más personas que lo intentan, lo que hace que el grupo de riesgo sea aún mayor. Según la OMS, el suicidio es la cuarta causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años (“Suicide”, hoja informativa, Organización Mundial de la Salud, https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/suicide [consultado el 17 de enero de 2024]), lo que convierte a los jóvenes en edad de formación en un grupo especialmente vulnerable. Según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, la tasa de suicidios de varones en 2021 era aproximadamente cuatro veces superior a la de las mujeres (https://www. cdc.gov/suicide/facts/data.html [consultado el 17 de enero de 2024]). El 77 % de los suicidios del mundo se producen en países de renta baja y media (ibid.; for detailed statistical information about suicide rates in different countries; ver en tal sentido “Suicide Rates”, Organización Mundial de la Salud, https://www.who.int/data/ gho/data/themes/mental-health/suicide-rates [consultado el 17 de enero de 2024]).

3 Robert D. Orr, “The Physician-Assisted Suicide: Is it Ever Justified?”, en Demy y Stewart, p. 63.

4 Se ha señalado que las elecciones que uno hace están determinadas por la visión del mundo que se adopta y por nuestra comprensión de lo que es una persona. John D. Morgan, “Death, Attitudes Toward”, en Encyclopedia of Bioethics, Warren Thomasx Reich ed. (New York: Simon & Schuster MacMillan, 1995), p. 525.

5 Los seres humanos, con nuestros limitados conocimientos, no sabemos qué ocurrirá con quien se ha suicidado. Solo Dios lo sabe. Pero nuestra vida es sagrada, inconmensurablemente importante para Dios y le pertenece. Podemos llevar todas nuestras cargas a Dios. No hay carga tan pesada que él no pueda llevar.

6 Este artículo no puede proporcionar apoyo profesional. En caso de que estés contemplando poner fin a tu vida, por favor, ponte en contacto con personas profesionalmente capacitadas para relacionarse con quienes tienen pensamientos suicidas. Para obtener una lista de centros profesionales de apoyo e intervención de emergencia en crisis suicidas, ver “Get Help & Support for Suicide”, Google Search Help, https://support.google.com/ websearch/answer/11181469 (consultado el 1° de mayo de 2024). Desde una perspectiva adventista del séptimo día, ver Jennifer Jill Schwirzer, “Facing the Specter of Suicide”, Adventist Review, 3 de enero de 2017, https://adventistreview.org/magazine-article/facing-the-specter-of-suicide/ (consultado el 1° de mayo de 2024); Bernard Davy, Carlos Fayard y Peter Landless, “Preventing Suicide”, Adventist Review, 3 de enero de 2017, https://adventistreview.org/magazine-article/ preventing-suicide/ (consultado el 1° de mayo de 2024); y Torben Bergland, “Suicide and Suffering”, Adventist Review, 4 de septiembre de 2023, https://adventistreview.org/magazine-article/suicide-and-suffering/ (consultado el 1° de mayo de 2024).

7 Ni la palabra “Trinidad” ni la palabra “encarnación” se encuentran en el texto bíblico, pero los conceptos expresados por ambas están presentes en la Biblia. Por tanto, la ausencia de un determinado término no indica la ausencia de una realidad que, sin embargo, está presente.

8 Lewis B. Smedes, Mere Morality: What God Expects From Ordinary People (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1992), p. 111.

9 Howsepian, p. 310.

10 Dietrich Bonhoeffer, Ethics, ed. Ilse Tödt et al., trad. Reinhard Krauss, Charles C. West y Douglas W. Stott, vol. 6 de Dietrich Bonhoeffer Works (Minneapolis, MN: Fortress Press, 2005), p. 196.

11 Ver https://www.cdc.gov/suicide/facts/data.html (consultado el 17 de enero de 2024). En Japón (cuya cultura social destaca el honor y la vergüenza), muchos jóvenes se suicidan en la universidad por no rendir lo esperado. Ver Stephanie Lu, “The Mystery Behind Japan’s High Suicide Rates Among Kids”, The Wilson Quarterly, n.d., https://www.wilsonquarterly.com/quarterly/_/the-mystery-behind-japans-high-suicide-rates-among-kids (consultado el 24 de junio de 2024).

12 Ver Amanda Montell, Cultish: The Language of Fanaticism (New York, NY: HarperCollins, 2021), p. 77.

13 La trágica experiencia de las muertes suicidas de miembros de sectas como las de Jonestown o Heaven’s Gate son tristes ilustraciones de este peligro.

14 El suicidio es especialmente elevado entre los adultos jóvenes; ver “Youth Suicide Rates Increased During the COVID-19 Pandemic”, National Institute of Mental Health, 22 de mayo de 2023, https://www.nimh.nih.gov/news/science-news/2023/ youth-suicide-rates-increased-during-the-covid-19-pandemic (consultado el 11 de junio de 2024).

15 Ver la declaración “The Love of God Compels Us: A Statement of the Biblical Research Institute Ethics Committee on the Humanitarian Crisis of Refugees, Migrants and Displaced People”, Reflections 74 (mayo de 2021), pp. 8–10.

16 Margaret Pabst Battin, “Suicide” en Encyclopedia of Bioethics, Warren Thomas Reich ed. (New York: Simon & Schuster MacMillan, 1995), vol. 5, p. 2.444.

17 Harris, p. 826.

18 Para una perspectiva adventista del séptimo día sobre la Creación y Dios como nuestro Creador, ver William H. Shea, “Creation”, en Handbook of Seventh-Day Adventist Theology, Raoul Dederen ed., Commentary Reference Series 12 (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000), pp. 418–456.

19 Wood, p. 353.

20 Acerca del significado del sexto mandamiento, ver el provechoso análisis del tema que aparece en Jiří Moskala, “‘You Shall Not Kill’ or ‘You Shall Not Murder’? The Meaning of Ratsakh in the Sixth Commandment”, Reflections 67 (julio de 2019), pp. 1–7.

21 Fletcher, p. 398.

22 Por supuesto, los seres humanos tienen un valor enorme y Dios los aprecia por encima de toda la Tierra. Pero, cuando intentamos calcular el valor de un ser humano, nos adentramos en el peligroso camino de comparar el valor y la valía de los demás, lo que puede llevarnos rápidamente a tomar decisiones meramente utilitaristas. Ver el tratamiento del tema en Smedes, pp. 104–107.

23 Para un conciso análisis de algunos textos bíblicos relevantes, ver Ángel Rodríguez, “Self-Killing in Scripture”, Adventist Review, 22 de septiembre de 2023, https:// adventistreview.org/magazine-article/self-killing-in-scripture/ (consultado el 1° de mayo de 2024).

24 Eugene H. Merrill, “Suicide and the Concept of Death in the Old Testament”, en Demy y Stewart, p. 323. De este hecho Merrill ha concluido que, “indudablemente una reverencia general por la vida, el miedo a la muerte y sus secuelas, y la incapacidad evidente de arrepentirse del suicidio pueden ser factores que contribuyan a la aparentemente baja incidencia del suicidio” en el Antiguo Testamento (ibid.).

25 Margaret Pabst Battin, The Least Worst Death: Essays in Bioethics on the End of Life (New York: Oxford University Press, 1994), p. 207, afirma que “no hay ninguna prohibición explícita del suicidio en la Biblia […]. Tampoco hay ningún pasaje ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento que pueda entenderse directamente como una prohibición explícita del suicidio”. Otros, como James T. Clemons, también afirman que “la falta de cualquier condena específica del suicidio nos lleva a concluir que los escritores bíblicos simplemente no pensaron seriamente en el tema” (James T. Clemons, What Does the Bible Say About Suicide? [Minneapolis, MN: Fortress, 1990], p. 71). Asimismo, Arthur J. Droge y James D. Tabor, A Noble Death: Suicide and Martyrdom Among Christians and Jews in Antiquity (San Francisco, CA: Harper San Francisco, 1992), p. 125, sostienen que “el Nuevo Testamento no expresa ninguna condena de la muerte voluntaria”. Incluso los estudiosos opuestos al suicidio afirman que la Biblia no aborda explícitamente la licitud o ilicitud moral del suicidio (Darrel W. Amundson, Medicine, Society, and Faith in the Ancient and Medieval Worlds [Baltimore, MD: John Hopkins University Press, 1996], p. 70).

26 En la discusión del material bíblico, estamos muy en deuda con Jeffrey Adams Moore y su trabajo “Suicide in the Bible: The Ethical Dilemma Over the Lack of a Legal Prohibition” [El dilema ético de la falta de prohibición legal], presentado en la 75ª reunión anual de la Evangelical Theological Society en San Antonio (Texas) el 15 de noviembre de 2023.

27 Dale Ralph Davis, 2 Samuel: Out of Every Adversity, Focus on the Bible (Fearn, Scotland: Christian Focus, 2001), p. 14, argumenta: “La solución es sencilla: el amalecita mintió. Si alguna vez tienes que elegir entre el narrador [bíblico] y un amalecita, cree siempre al narrador […]. Hay un agujero sospechoso en la historia del amalecita […] no es probable que Saúl estuviera tan aislado en medio de la batalla como para tener que depender de un amalecita”. Ver también David Toshio Tsumura, First Book of Samuel, New International Commentary of the Old Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2007), p. 651.

28 Ralph W. Klein, 1 Samuel, 2a ed., Word Biblical Commentary (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2014), p. 288.

29 Dónal P. O’Mathúna, “But the Bible Doesn’t Say They Were Wrong to Commit Suicide, Does It?”, in Demy y Stewart, p. 358. El énfasis aparece en el original.

30 Ibid.

31 Ibid., p. 359.

32 Ibid.

33 Robert D. Bergen, 1, 2 Samuel, New American Commentary 7 (Nashville, TN: Broadman & Holman, 1996), p. 282.

34 Davis, p. 218.

35 Bergen, p. 415.

36 Ibid., p. 416.

37 Walter A. Maier III, 1 Kings 12–22, Concordia Commentary: A Theological Exposition of Sacred Scripture (St. Louis, MO: Concordia, 2019), p. 1268, registra también otros motivos posibles.

38 Paul R. House, 1, 2 Kings, New American Commentary (Nashville, TN: Broadman & Holman, 1995), vol. 8, p. 201.

39 Iain W. Provan, 1 and 2 Kings, New International Biblical Commentary (Peabody, MA: Hendrickson, 1995), vol. 7, p. 129.

40 Se ha señalado que su súplica de que Dios se acuerde de él es significativa. El recuerdo es un motivo muy significativo en el Antiguo Testamento, que comienza con la promesa hecha por Dios después del Diluvio.

41 Para una evaluación teológica similar, ver Wayne Grudem, Christian Ethics: An Introduction to Biblical Moral Reasoning (Wheaton, IL: Crossway, 2018), p. 609. Margaret Pabst Battin, que apoya la legitimidad del suicidio, concluye de manera diferente, y piensa que la muerte de Sansón fue un suicidio; see Battin, Least Worst Death, p. 208.

42 Daniel I. Block, Judges, Ruth, New American Commentary (Nashville, TN: Broadman & Homan, 1999), vol. 6, pp. 467–469.

43 Craig Blomberg, Matthew, New American Commentary (Nashville, TN: Broadman & Holman, 1992), vol. 22, p. 407. Blomberg observa que el verbo metamelomai podría designar teóricamente un arrepentimiento sincero, como en el caso de los recaudadores de impuestos y las prostitutas creyentes de la época de Jesús (Mat. 21:32). Sin embargo, el contexto de Mateo 27 muestra que este verbo no connota tal cosa en el caso de Judas.

44 Grant R. Osborne, Matthew, Zondervan Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2010), vol. 1, p. 1.011.

45 Merrill, p. 324.

46 No todos los casos de suicidio son necesariamente la culminación de una vida que se ha alejado completamente de Dios. En un mundo humano pecaminoso y caído, las personas pueden experimentar niveles indescriptibles de dolor físico y mental y desesperación que pueden desembocar en la terrible decisión de poner fin a la propia vida. Sin embargo, el acto de poner fin a la propia vida nunca se aprueba ni se elogia en la Biblia.

47 Moore, pp. 13, 14.

48 Darrell L. Bock, Acts, Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Baker Academic, 2007), p. 540, ha señalado que “la reacción del carcelero, sin embargo, refleja antiguos valores de vergüenza y honor, ya que el carcelero y sus superiores podrían ver el incidente como un incumplimiento del deber”. Además, John B. Polhill, Acts, New American Commentary (Nashville, TN: Broadman & Holman, 1992), vol. 26, p. 355, ha señalado que, si los presos se escapaban de una cárcel, el funcionario de prisiones podía ser ejecutado por su negligencia.

49 Moore, p. 14.

50 Ver F. F. Bruce, The Book of the Acts, ed. rev., The New International Commentary on the New Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1988), p. 317.

51 Walter C. Kaiser Jr., Toward Old Testament Ethics (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1983), pp. 164, 165.

52 Smedes, p. 111.

53 Ibid., p. 110.

54 “Correspondence”, First Things 78 (1997). p. 4.

55 Ver el análisis que aparece en Smedes, p. 112. Allí se concluye que “la ética judeocristiana rechaza esta [opción]. El sexto mandamiento nos impide, como mínimo, que el suicidio sea moralmente neutro”.

56 Ver Battin, “Suicide”, vol. 5, pp. 2.444–2.450.

57 Smedes, pp. 115–117, llama a esto “suicidio de desesperación”, o “suicidio de huida”.

58 Ver el análisis que aparece en Alister E. McGrath, “The Price of Life”, en Demy y Stewart, pp. 140–144.

59 Orr, p. 68.

60 Karl Barth ha señalado esto en su monumental obra Church Dogmatics, “The Doctrine of Creation” (Edinburgh: T&T Clark, 2004), vol. 3, libro 4, pp. 404, 405.

61 Por ejemplo, Jefté se compromete a ofrecer en sacrificio al Señor al primero que salga de su casa (Juec. 11:29-40), quien resulta ser su propia hija.

62 Elena de White, Signs of the Times, 27 de marzo de 1884, párrafo 12. Barth, p. 405, ha señalado que “la opinión de que solo él [es decir, el suicidio] es imperdonable descansa en la falsa opinión de que la última voluntad y el último acto del hombre en el tiempo, por el hecho mismo de que son los últimos y que tienen lugar en el mismo umbral de la Eternidad, son autoritativa y concluyentemente decisivos para su destino eterno y el veredicto de Dios sobre él. Pero esto no puede decirse de ninguna voluntad o acto aislado del hombre y, por tanto, ni siquiera del último. Dios ve y pesa toda la vida humana. Él juzga el corazón. Y lo juzga según su propia justicia, que es la de la misericordia. Por eso juzga el contenido de la última hora en el contexto del todo”.


Saúl (1 Sam. 31:3-5)

Este es el primer caso de suicidio de la Biblia. Después de que los hijos de Saúl murieran en el campo de batalla, los filisteos presionaron duramente a Saúl, quien quedó gravemente herido. No queriendo ser maltratado por sus enemigos, Saúl pidió a su portador de armadura que lo matara (1 Sam. 31:4). Cuando este se negó a cumplir la orden de Saúl, él mismo tomó su propia espada y cayó sobre ella, poniendo fin a su vida con sus propias manos. Esta narración difiere de la historia contada más tarde por un mensajero amalecita en 2 Samuel 1:6 al 10, que afirmaba haber matado al rey. La explicación más probable de esta discrepancia es que el amalecita mintió.27

Sin embargo, lo que es aún más importante para nuestra investigación es la reacción de David ante el supuesto acto de eutanasia voluntaria como acto de misericordia para el sufriente rey Saúl. David se disgustó al descubrir que “la acción del amalecita no fue compasiva, sino ofensiva y merecedora de un severo castigo” (2 Sam. 1:1-16).28 Aunque algunos han sostenido que no se da ninguna evaluación ética del suicidio de Saúl, se ha señalado que la progresión intencionadamente enmarcada de la historia de Saúl en 1 y 2 Samuel indica que “su respeto por la vida disminuye gradualmente”29 y Saúl “pierde gradualmente el respeto por la vida humana y finalmente se quita la suya”.30 Así, O’Mathúna concluye que, “en lugar de considerar el suicidio de Saúl como un incidente aislado sin ningún comentario moral, esta escena es la conclusión trágica de una obra maestra literaria empapada de comentarios morales. La tragedia implica que lo que ‘es’ no es lo que ‘debería’ ser”.31

La muerte y el suicidio de sí mismo encajan en el patrón con el que Saúl había empezado a tratar todos sus problemas. “Afirmar que el suicidio de Saúl puede tomarse como un elogio del suicidio es malinterpretar por completo el propósito de esta trágica narración”.32 Irónicamente, Saúl no se libró de ser tratado con deshonor por los filisteos, que fue el miedo que lo llevó a tomar la decisión de suicidarse. Tras su muerte, fue decapitado (1 Sam. 31:9), despojado de su armadura, y su cuerpo fue fijado al muro de Bet Shean, en Filistea (1 Sam. 31:9, 10).


El escudero de Saúl
(1 Sam. 31:3-5)

El segundo episodio de suicidio en la Biblia está estrechamente relacionado con el primero. Tras no obedecer la petición de Saúl de que lo matara, y después de ver morir a Saúl por su propia mano, su escudero siguió su ejemplo e hizo lo mismo (1 Sam. 31:4, 5). No se trataba de un acto heroico de solidaridad para ser simulado por otros. El texto bíblico revela que la muerte de Saúl y de su escudero hizo que el resto de los israelitas huyeran de la batalla (1 Sam. 31:7). “Es un acto impulsado por el miedo que provoca que los israelitas, a su vez, teman y abandonen la lucha”.33


Ahitofel (2 Sam. 17:23)

El tercer caso de suicidio en la Biblia es el de Ahitofel, quien sabía cómo ejecutar una revuelta con éxito. Después de que Absalón, el hijo de David, rechazara su consejo de asesinar a su padre, Ahitofel regresó a su ciudad natal, puso orden en su casa y se estranguló. El hecho de que primero organizara su casa antes de suicidarse indica que se trató de un suicidio calculado y deliberado que se llevó a cabo con intencionalidad.34

Ahitofel sabía que si David se enteraba de su consejo sería tratado como un traidor.35 Por lo tanto, su acción suicida fue probablemente impulsada por el miedo y la cobardía. El relato muestra que, “sin descender al nivel de lo explícito, el escritor transmite la verdad de que la sabiduría humana no moderada por la revelación divina produce resultados que no son ni deseables ni productivos”.36

Mientras que David buscó consejo en la Palabra del Señor (1 Sam. 23:4-6; 2 Sam. 5:19, 23; 7:1-17) y recibió las bendiciones correspondientes, el consejo que Absalón recibió de meros consejeros humanos (de Ahitofel, en este caso) condujo a planes frustrados, maldiciones y la muerte de quien se oponía al Señor y a su ungido.


Zimri (1 Rey. 16:18, 19)

El cuarto incidente de suicidio que encontramos en las Escrituras es el de Zimri, rey de Israel. Después de que Zimri asesinara a Ela (1 Rey. 16:8-10), los israelitas decidieron nombrar a su propio rey. Se trataba de Omri, comandante del ejército. Por esta razón, sitiaron el cuartel general de Zimri, en Tirsa (vers. 16, 17). Al ver esto, Zimri prendió fuego al palacio real “sobre sí mismo” y se suicidó (vers. 18, 19). No está claro, en el relato bíblico, por qué llevó a cabo este acto. Tal vez quería evitar la humillación de ser capturado, tratado vergonzosamente, ejecutado públicamente y que deshonraran su cuerpo.37

Zimri fue el rey del reinado más corto en Israel, ya que solo reinó siete días.38 Todo su reinado se caracterizó por cometer “pecados” y “hacer el mal” (vers. 19), lo que incluiría el suicidio que acabó con su vida. Así pues, “es el rey más espectacularmente fracasado de todos. No solo no logra poner a un hijo en el trono de Israel (aunque sea brevemente), sino tampoco él mismo logra reinar más de una semana… El suicidio de Zimri pone fin al ‘reinado’ de siete días”.39


Judas (Mat. 27:3-5)

Después de que Jesús fuera condenado a muerte por los líderes judíos, Judas se sintió “embargado por el arrepentimiento” (metameletheis) por su traición y trató de devolver el dinero, a lo que se negaron, por lo que arrojó las treinta monedas de plata en el Templo, lo que provocó la profanación del Templo (Mat. 27:3).

Judas era consciente de que había pecado porque había “entregado sangre inocente” (vers. 4). Luego de arrojar las piezas de plata al Templo, Judas se ahorcó (vers. 5). Craig Blomberg ha señalado que “este verbo [metamelomai] es mucho más raro en el Nuevo Testamento que el verbo típico para designar la acción de ‘arrepentirse’ (metanoeō) y parece referirse aquí a un cambio de ánimo o un sentimiento de pesar, que no llega a ser un arrepentimiento pleno”.43

La declaración de Jesús sobre Judas en la última cena revela su verdadera condición espiritual (Mat. 26:24). En las Escrituras, el ahorcamiento era considerado una maldición de Dios (Deut. 21:23), e incluso los romanos, que veían ciertos actos de suicidio como honorables, consideraban el suicidio por ahorcamiento como deshonroso.44.


La muerte de Sansón
(Juec. 16:28-30)

El caso de Sansón es un poco más ambiguo. A menudo se asocia su muerte con un suicidio. Hacia el final de su vida, él se quedó ciego y se colocó entre los pilares de apoyo del templo filisteo de Dagón. Aunque Sansón expresó su deseo de “morir con los filisteos” (Juec. 16: 30), también oró a Dios para que se “acordara” de él y lo “fortaleciera” “una vez más” para poder vengarse de los filisteos (vers. 28).40

Estos indicadores bíblicos han llevado a numerosos comentaristas a concluir que este acto no fue un suicidio, aunque Sansón muriera a consecuencia de él y expresara su deseo de morir con los filisteos. Algunos comentaristas han llegado a la conclusión de que el motivo fue la justicia y el juicio divinos, no el suicidio.41 A la luz de la posterior valoración bíblica positiva de Sansón como hombre de fe (Heb. 11:32-34), es dudoso que la caracterización unilateral de Daniel I. Block de Sansón como “totalmente egocéntrico”, con una “total falta de preocupación por la agenda divina”, sea correcta.42

Sin embargo, el hecho de que en Hebreos 11:32 se lo mencione como uno de los héroes de la fe no justifica su deseo de morir con los filisteos. A pesar de su carácter imperfecto, Sansón fue un agente del juicio de Dios y fue utilizado por Dios.

Autor

Artículos relacionados

IR A TODO EL MUNDO

IR A TODO EL MUNDO

A 150 años del envío del primer misionero adventista al extranjero. Por Eric E. Richter Una de las imágenes más comunes para referirse a Dios en la Biblia es la figura del “Padre”. Probablemente quienes son padres y madres podrán entenderla mejor. A quienes lo...

¡ESCUELA SABÁTICA VIVA!

¡ESCUELA SABÁTICA VIVA!

Pasado, presente y futuro del “corazón de la iglesia” Pasado: Un inicio misionero Una Escuela Sabática Viva desde 1890. Por Daniel Plenc Hasta donde sepamos, Georg Heinrich Riffel –conocido como Jorge Enrique Riffel– (1850-1917), no solo fue el primer misionero de...

2 Comentarios

  1. carlos ramirez

    Este tema es interesante debido a que son interesantes que casi no se tocan en La IASD , Cuando una persona se bautiza comienza este proceso de cuando cuando aceptamos a Nuestro Señor Jesuscristo ccomo nuestro Salvador, Eso se lleva a cabo durante el tiempo que dure nuestra existenciia hay que orar y seguir y no olvidarnos que vamos a tener pruebas a todo lo largo de nuestro camino ,hasta que Dios regrese por segunda vez.ame’n

    Responder
  2. ROCIO ELIZABETH SALGADO MARIN

    Gracias por el mensaje. Dios nos libre del acto de suicidio y nos ayude a confiar en él ; cuando estemos pasando dolor y sufrimiento

    Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *