CUANDO DIOS SE “CANSA”

El mensaje de amor del libro de Malaquías.

Un libro muy particular cierra el canon del Antiguo Testamento: Malaquías. En sus páginas encontramos un diálogo entre Dios y su pueblo que direcciona al lector actual hacia la manifestación del Mesías. Malaquías registra en este diálogo cómo Dios describe su amor profundo por Israel, mientras que Israel hace preguntas insensatas al Señor. Exploremos este diálogo para encontrar lecciones vitales para nuestros días.

El diálogo comienza con una declaración en la que Dios asegura su amor por Israel: “Yo los he amado” (1:2). Mas adelante, el Señor pregunta: “¿Dónde está mi honra? […] Ustedes […] menosprecian mi nombre” (vers. 6). Luego el profeta, como portavoz del Dios del Cielo, le dice al pueblo: “Ustedes han cansado al Señor con sus palabras” (2:17) y luego Dios vuelve a declarar: “Desde los días de sus padres ustedes se han apartado de mis leyes y no las guardaron. Vuélvanse a mí” (3:7). Finalmente, el Señor reprende a su pueblo una vez más diciendo: “Sus palabras han sido duras contra mí” (vers. 13). Todas estas declaraciones reflejan no solo el amor y la misericordia de Dios sino también la impiedad y el desamor por parte de su pueblo.

Todas estas declaraciones y/o preguntas del Señor son tristemente respondidas por la nación de manera insensata e indolente. Ante la primera declaración, el pueblo pregunta: “¿En qué nos amaste?” (1:2). Al parecer, el pueblo sufre de amnesia. A la segunda afirmación del Señor, responden de manera desafiante: ¿En qué te hemos deshonrado?” (vers. 7). La tercera declaración también es respondida como que no supieran lo que sucede, cuando preguntan: “¿En qué lo hemos cansado?” (2:17). La cuarta declaración divina hacia su pueblo encuentra una respuesta desafiante cuando dicen: “¿En qué hemos de volvernos?” (3:7), como si no tuvieran motivo ni razón para volverse a Dios. Finalmente, la quinta declaración muestra la hipocresía del pueblo, cuando responden “¿Qué hemos hablado contra ti?” (vers. 13).

Hasta aquí vemos que el pueblo parece hacer la vista gorda de su verdadera situación, pero el Señor le responde con claridad. Podría haberse callado, pero no. Dios se expresa y denuncia la situación del pueblo, pues quiere que retorne a su Creador. Cada pregunta del pueblo es respondida sin rodeos. El pueblo dice: “¿En qué nos amaste?” (vers. 2). Dios responde a su amnesia pues él siempre se mostró y actuó de manera poderosa en favor de Israel. El Señor les recuerda que amó a Jacob (Israel) y no tomó en cuenta a Esaú, el primogénito (vers. 2). Ante la pregunta: “¿En qué te hemos deshonrado?” (vers. 7), el Señor declara que el pueblo ha traído ofrendas que no cumplen los requerimientos establecidos: animales ciegos, lisiados o enfermos (vers. 8-13). Esto es más serio de lo que parece, pues esos sacrificios apuntaban al Cordero de Dios (Juan 1:29). De hecho, esta es una afrenta contra “el Gran Rey, […] el Señor Todopoderoso” (1:14).

El Señor se encarga de no dejar dudas sobre la situación del pueblo y sigue respondiendo. La respuesta a la tercera pregunta del pueblo: “¿En qué lo hemos cansado” (Mal. 2:17) muestra que la nación intenta justificar sus acciones erradas al decir: “El que hace mal agrada al Señor, y en los tales se complace […] ¿dónde está el Dios de justicia” (vers. 17). Esto realmente ha cansado al Señor, ya que estas palabras son prácticamente una negación de la fe y de la justicia divina, que para ellos es inexistente.

Sin embargo, si el Señor fuera implacable, ya los hubiera consumido, pero Dios muestra misericordia (3:6). De hecho, en la quinta pregunta del pueblo: “¿Qué hemos hablado contra ti?” (vers. 13), el Señor continúa respondiendo y les apunta lo que dijeron: “Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley y andemos afligidos ante el Señor Todopoderoso?” (vers. 14). El Señor conoce sus pensamientos y sabe que no tienen interés por lo que él haga.

No obstante, el Señor los invita a reflexionar sobre la base de todo lo que les ha declarado. En otras palabras, les dice: “Ustedes creen que no los amo, cuando en realidad me han cansado y han hablado en mi contra”. Por lo tanto, los invita a volver a él. Entonces, preguntan: “¿En qué hemos de volvernos?” (vers. 7), a lo que él responde: “Ustedes […] me están robando. Traigan todo el diezmo a la tesorería […] pruébenme en esto” (vers. 9, 10). Esto muestra que el volver a Dios no es una cuestión abstracta, sino tangible. El Señor pide acciones concretas que muestran amor y arrepentimiento verdaderos.

La devolución de los diezmos y las ofrendas parece ser la respuesta de reconocimiento verdadero al Dios todopoderoso. Las ofrendas no eran las mejores y al parecer sus preguntas/quejas evidencian sus dudas sobre Dios. Entregarle al Señor lo que le pertenece es reconocer su soberanía, amor, bondad, sustento y aceptación de las bendiciones recibidas y de las bendiciones venideras.

Volvamos al Señor no solo de pensamiento, sin dudar del amor y el cuidado divinos. Volvamos con acciones de desprendimiento de lo terrenal para estar unidos a lo celestial.

¡Maranata!

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